El triunfo que tuvo la reforma a la salud del presidente Gustavo Petro en la Cámara podría ser fugaz y corre el riesgo de desvanecerse con su llegada al Senado. En esta corporación, la reforma puede estancarse y hundirse porque el mandatario no tiene garantizadas las mayorías aseguradas y el desgaste político y social que le ha implicado este polémico proyecto le pasarían factura.
El Salón Elíptico de la Cámara de Representantes se convirtió en una especie de ‘ring de pelea’ el 5 de diciembre con la aprobación de la reforma a la salud. Ese martes, el Pacto Histórico consiguió los votos de 88 representantes que aprobaron el polémico proyecto reformista, y varias de sus cabezas más visibles alzaron los brazos en señal de victoria, luego de darles un nocaut a los opositores.
Mientras la mesa directiva escrutaba los votos y confirmaba la aprobación del proyecto, que ahora quedará en manos del Senado, la bancada petrista –entre risas, aplausos y abrazos– levantó sus pancartas de “La reforma es el cambio” y las apuntó hacia el balcón donde están ubicados los medios de comunicación.
“Todavía no pueden cantar victoria porque este solo fue un triunfo pírrico para ellos, ya que el costo que han tenido que asumir es muy alto en términos políticos. El gobierno terminó convenciendo a las mayorías, pero no venciendo con esta reforma que implicar un retroceso en materia de salud”, le dijo a este diario el representante Andrés Forero, del Centro Democrático, uno de los opositores a esta reforma, más visibles en la Cámara.
Con las arengas de triunfo y los golpes a las mesas en la plenaria a modo de celebración, el Pacto trató de restarle importancia al hecho de que esta victoria les costó ‘sudor y lágrimas’, pues la reforma se demoró 10 meses en su paso por la Cámara y su discusión le costó al gobierno de Gustavo Petro un remezón ministerial, un desgaste en sus fuerzas políticas aliadas y la caída en las mediciones de aprobación ciudadana. Y lo más difícil vendrá ahora que el proyecto aterrizará en el Senado.
El ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, también se subió al bus del triunfo y trató de minimizar los múltiples reparos que le hizo la oposición a la reforma en la Cámara y que finalmente fueron ignorados con la aprobación del proyecto, y que se tradujeron en un ‘plan tortuga’, que hizo que el proyecto se quedara en un cuello de botella. “Las bondades de la propuesta terminaron imponiéndose. Respetamos el debate, respetamos las observaciones de la oposición, pero logramos una muy importante mayoría que esperamos se repita en el Senado, en donde tenemos que ir a hablar, a conversar, a escuchar”, señaló.
Por su parte, la exministra de Salud, Carolina Corcho, quien plantea que el 95% de la reforma fue acordado por ella, le aseguró a este diario que la discusión en Senado puede ser más fluida y aprovechó para lanzarle duras pullas a los congresistas, incluso aliados del Gobierno, que se opusieron al proyecto en la Cámara.
“Lo que uno esperaría es que, a diferencia de la Cámara, en el Senado no se presenten grotescos actos de dilación, saboteo y obstruccionismo. Esperamos mayor altura política en el debate, que sea honesto y leal”, apuntó Corcho.
Sin embargo, la exministra ignora que, en gran medida, ella fue responsable del desgaste político con partidos aliados como el Conservador, Liberal y La U, que alegaron que Corcho no tuvo en cuenta sus reparos y sugerencias frente al proyecto y la catalogaron como una ministra “radical” que no escucha puntos de vista diferentes al suyo.
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En todo caso, pese a las diversas desavenencias, la reforma superó su segundo debate, pero todavía le faltan otros dos debates más: el tercero en la Comisión Séptima del Senado y, de pasar, iría a cuarto debate en la plenaria de esa corporación, donde Petro no tiene mayorías aseguradas ni el manejo de la mesa directiva.
El paso de la reforma de la Cámara al Senado implicará tal vez el mayor reto político que ha tenido que enfrentar hasta ahora el presidente Petro. Esto se debe a que el Senado es un ‘hueso’ más duro de roer’, ya que en esta corporación los votos (107 en total) son más difíciles de conquistar, los congresistas tienen una exposición pública mayor a los representantes y el contexto político no favorece al Gobierno.
Al respecto, el senador David Luna, de Cambio Radical, planteó en diálogo con este diario que “los colombianos tienen los ojos puestos sobre el Senado porque es una corporación más pequeña que la Cámara, y porque los hombres y las mujeres que están ahí cuentan con mayor reconocimiento nacional. Por ende, espero que sean más responsables en tomar decisiones en favor de la salud de los ciudadanos y no en favor de la mermelada del presidente Petro”.
Para el exministro Alejandro Gaviria, quien salió del Gobierno por sus reparos a la reforma, el presidente “entregará lo que tengan que entregar” con el fin de evitar que el Senado lo derrote. “Si no se aprueba la reforma, será una derrota que dejaría al Gobierno muy mal parado al empezar el tercer año. Sin gobernabilidad y políticamente debilitado”, apuntó.
Pero, aunque el jefe de Estado le ha dado burocracia a partidos como la Alianza Verde, La U, Liberal y Conservador, y particularmente a senadores como Carlos Andrés Trujillo (conservador), Miguel Ángel Pinto (liberal) y Alfredo Deluque (La U), no está tan claro que la ‘mermelada’ le alcance para lograr mayorías que le aprueben la reforma a la salud.
Lo que está claro es que Petro tendrá que agarrar la calculadora porque las cuentas de los votos para la reforma no le cuadran. En febrero de 2024, cuando la reforma llegue al Senado, la primera prueba por superar será en la Comisión Séptima, donde no tiene mayorías aseguradas, de acuerdo con la senadora del Pacto Histórico Martha Peralta, presidenta de esa célula legislativa. “Hay que hacer todas las motivaciones y gestiones, y argumentar muy bien y debatir en profundidad”, señaló Peralta.
Y es que, virtualmente, de los 14 senadores que conformar esa comisión, solo 5 votarían a favor de la reforma: Peralta, Piedad Córdoba y Wilson Arias (Pacto Histórico), Fabián Díaz (Alianza Verde) y Ómar Restrepo (Comunes); hay 4 que lo harían en contra: Honorio Miguel Henríquez y Alirio Barrera (Centro Democrático) y Nadia Blel y José Alfredo Marín (Partido Conservador); y 5 están indecisos: Pinto (Partido Liberal), Norma Hurtado (La U), Berenice Bedoya (ASI), Ana Paola Agudelo (Mira) y Lorena Ríos (Colombia Justa Libres).
Eso quiere decir que, para conseguir los 8 votos que le darían luz verde a la reforma, el gobierno tendrá que conquistar a los indecisos. Pinto podría respaldar el proyecto como retribución a la burocracia que le dieron en la Uspec, mientras que Hurtado y Bedoya plantean que tienen reparos frente al texto aprobado por la Cámara. Agudelo y Ríos han tomado distancia y se acercan más al voto negativo.
Al mirar en detalle el caso de la plenaria, a donde iría el proyecto si pasa en la Comisión Séptima, el escenario podría ser incluso más complejo para el presidente, teniendo en cuenta que él mismo rompió la coalición de gobierno, y esta polémica reforma le ha costado fricciones con conservadores, liberales y verdes, cuyos votos serían determinantes.
Esas rencillas han hecho que el presidente solo tenga asegurado en la plenaria del Senado el apoyo de 25 parlamentarios: 20 del Pacto Histórico y 5 del partido Comunes. Entre tanto, la oposición tiene 28 votos fijos: 13 del Centro Democrático, 11 de Cambio Radical y 4 del partido Mira. El lío para el presidente está en los votos de los partidos independientes como el Conservador (15) y La U (10), y los de gobierno que tomaron distancia: Liberal (13) y la Alianza Verde (8).
Desde las toldas azules, el senador Germán Blanco le aclaró a este diario que lo más probable es que la postura frente a la reforma sea única y se definiría entre toda la bancada, teniendo en cuenta que sus sugerencias frente al proyecto han sido ignoradas. “Se mantendrá la posición de votar en bancada y la decisión se toma entre todos. Creo que hay mayorías para que el voto por la reforma sea negativo como ocurrió en la Cámara”, señaló el senador Blanco.
En el caso del Partido Liberal. no habrá una camisa de fuerza para votar en plenaria, pero César Gaviria, jefe de los liberales, dejó claro que no apoyará esta reforma que no consideró sus puntos de vista. Dentro de la colectividad roja se estima que el expresidente podría influir sobre al menos 9 de los 13 senadores liberales.
El caso más sensible es tal vez el de los verdes, cuyos congresistas se molestaron con Petro tras el polémico pedido de apoyo a la reforma hecho por el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, como retribución a la burocracia otorgada a esa colectividad en el Sena e Icetex. “Hay mayorías para declararnos en independencia y seguiremos votando con libertad. Somos cinco senadores que queremos la independencia y tres están con el gobierno”, planteó el senador Jota Pe Hernández.
Está claro que el gobierno no tiene el respaldo asegurado ni en la Comisión Séptima ni en la plenaria del Senado, por lo que tendrá que convencer, ya sea con argumentos o con burocracia, a las mayorías para pasar la reforma. Velasco mantuvo el discurso triunfalista y trató de evadir el escenario adverso en esa corporación.
“La reforma a la salud saldrá adelante no por transacciones inconfesables, sino por ser una apuesta de cambio que, respetando anteriores acciones rescatables en salud, busca con decisión corregir lo que no sirve y, con empatía, pensar en aquellos que, a pesar de tener carnet de afiliación de una EPS, no tienen ninguna acción preventiva y difícilmente son atendidos cuando se enferman”, apuntó Velasco.