La oportunidad empezó cuando miles de usuarios comenzaron a preguntarse por qué una simple transferencia interbancaria podía tardar hasta 48 horas. En un país donde la economía diaria depende de pagos rápidos -desde proveedores que necesitan rotación hasta independiente que viven de la inmediatez-, ese retraso tenía un costo silencioso para la productividad.
El obstáculo estaba en la arquitectura del sistema. La mayoría de movimientos interbancarios aún dependían de ACH, un modelo por ciclos y con horarios de corte. Si la transacción se enviaba después de las 3:00 p.m., quedaba en pausa hasta el siguiente día hábil. Si era fin de semana, el tiempo se extendía aún más. Ese esquema funcionó durante años, pero ya no respondía al ritmo del país.
A eso se sumaban otros frenos: validaciones manuales, datos mal digitados, límites internos o caídas de aplicaciones. Cada uno parecía un detalle menor, pero en conjunto formaban un cuello de botella que ponía a empresas y usuarios siempre “a la espera”.
La decisión llegó desde el Banco de la República con Bre-B, una infraestructura que rompe con la lógica tradicional. Su promesa es simple, pero decisiva: pagos inmediatos entre entidades en menos de 20 segundos, a cualquier hora, todos los días del año. Sin horarios bancarios, sin cargas nocturnas, sin pausas técnicas de fin de semana.
En ese cambio, SUMIA asumió un rol de integración. Su plataforma conecta empresas y entidades con Bre-B, añadiendo validación previa, trazabilidad y operaciones con una continuidad del 99,99%. Para las empresas, esto significó pasar de revisar correos de confirmación al día siguiente a ver acreditaciones en tiempo real.
El resultado es un país que empieza a medir su eficiencia financiera en segundos. Cada transferencia rápida deja de ser un alivio ocasional y se convierte en una expectativa. Las organizaciones que dependen de flujo de caja ya no tienen que esperar para decidir: el dato llega al instante, y la estrategia se mueve a la misma velocidad.