Todo empezó con una pregunta simple pero incómoda: ¿por qué para sentir energía hay que llenarse de químicos? De ahí partió PURE, un experimento que nació en Medellín con la ambición de romper una regla que nadie había cuestionado. Dos años de investigación, una inversión inicial de $2.000 millones y un puñado de ingredientes ancestrales como los hongos Reishi y la Melena de León dieron forma a una bebida que se siente más cercana a la naturaleza que a un laboratorio. En un mercado dominado por fórmulas agresivas, PURE apareció como una idea improbable que funcionó.
“En resumen, estamos hablando de adaptógenos que trabajan con el cuerpo, no contra él”, dice Luis Lunar, su gerente general. Desde el principio, su apuesta fue clara: crear una energía que no desgaste, sino que construya. Hoy PURE no solo se vende en más de 350 puntos físicos como Éxito y Carulla, sino que se abre camino en gimnasios, tiendas saludables y plataformas digitales. En solo dos meses, alcanzó el 80% de su meta anual, demostrando que los consumidores están listos para un cambio. “Nadie había innovado realmente, nadie se había detenido a pensar cómo crear un energizante distinto, que respondiera a las nuevas necesidades de un público cada vez más exigente y consciente de lo que consume”, asegura Lunar.
La historia de PURE no es solo la de una bebida, sino la de una categoría que se está inventando a sí misma: la de los energizantes funcionales. Sin azúcar, taurina ni calorías vacías, su propuesta va más allá del impulso inmediato: busca bienestar sostenido. Para 2025, la marca proyecta superar los 1.000 puntos de venta y posicionarse en países donde sus ingredientes ya son tendencia. “Nuestro compromiso es claro: hacer de PURE una marca funcional, accesible y visible, sin perder su esencia consciente y disruptiva”, concluye Lunar.