Por: Diana Rodrigues, Directora de Marketing de TOTVS
La forma en que nos comunicamos en las redes sociales ha sufrido una transformación radical. ¿Quién recuerda cuando un “me gusta” era sólo el punto de inicio de una conversación? Navegamos por los feeds, interactuamos con los comentarios, expresamos admiración o, al menos, dimos elogios genuinos. Este intercambio, que fortaleció lazos, dio paso a algo más ágil, automático y, a veces, superficial. Me refiero, por supuesto, a los “me gusta” en redes como Instagram, Facebook, TikTok e incluso LinkedIn.
Hoy en día, con un simple toque en la pantalla, podemos mostrar interés en prácticamente todo lo que vemos. Ya no es necesario escribir, comentar o iniciar una conversación. El acto de dar me gusta nos da la sensación de participar en una discusión, incluso sin decir una palabra. El marketing, con su conocida obsesión por la participación y las métricas, ha adoptado esta idea con todo su entusiasmo. Sin embargo, aunque esta dinámica se ha convertido en la norma, algo valioso se está perdiendo en el camino: la conexión humana genuina.
¿Podría ser que, al priorizar los números y las reacciones instantáneas, estemos descuidando la esencia de la comunicación? WhatsApp, por ejemplo, también introdujo una nueva forma de interacción. Las reacciones rápidas han reemplazado a las palabras, haciendo que las conversaciones sean más superficiales y menos personalizadas. Un simple «emoji» se convirtió en la respuesta definitiva. Y aunque todo esto es extremadamente eficiente, ¿la comunciación no está perdiendo profundidad? La falta de comunicación verbal ha hecho que las interacciones digitales sean más impersonales y menos significativas.
Las marcas ya no pueden limitarse a las métricas de participación sin considerar el contexto en el que operan. La misma tecnología que facilita las conexiones puede estar reforzando patrones que aíslan, crean presión y aumentan la ansiedad. Incluso una rápida búsqueda en internet revela titulares de periódicos sobre el impacto psicológico de esta nueva dinámica social que es un tema urgente que debemos abordar. Si el papel del marketing siempre ha sido entender al consumidor, ahora necesita ir más allá: ¿cómo construir narrativas que fomenten interacciones más saludables? ¿Cómo equilibrar la búsqueda de atención con un impacto positivo en la experiencia digital? Las redes sociales no desaparecerán, pero pueden evolucionar. La pregunta es: ¿cómo quieren las marcas ser parte de este cambio?
Si estamos tan centrados en la eficiencia, es fundamental que reflexionemos sobre lo que estamos sacrificando en nombre de la practicidad. La cuestión no es sólo de “me gusta” o de reacciones rápidas, sino más bien de lo que estamos renunciando en el proceso. Creamos tecnologías para optimizar el tiempo, simplificar tareas y conectar personas, pero paradójicamente, nunca hemos estado tan abrumados y distantes unos de otros.
El marketing, como importante catalizador de tendencias, juega un papel crucial en este escenario. Puede seguir alimentando interacciones superficiales o encontrar formas de fomentar conexiones más auténticas que valoren la conversación y no sólo el compromiso instantáneo. El desafío no es abandonar las formas de interacción, sino entender cómo hacerlas más humanas.
Porque un “me gusta” nunca tendrá el poder de una conversación. Y, si queremos que la comunicación evolucione sin perder su esencia, quizás sea momento de recordar que detrás de cada pantalla, todavía hay personas buscando conectar de verdad.