Por: Alfonso Camerano Fuentes
La táctica para ganar el próximo debate electoral es definitiva si tenemos vocación de ser gobierno.
Lo primero, debemos pensar como conductores de una nueva sociedad que viene de la vieja, pero que se sacude y busca salida a problemas reales que no resuelve el actual modo de organización política.
Hay un desgaste institucional que divorcia la estructura actual del nervio social que palpita en las carreteras con La Minga o en la que marcha en las principales arterias de las capitales del país marcando el paso a una sociedad que se sacude porque quiere algo que no encuentra en la decadente clase dirigente.
La pandemia vino a descubrir con más crudeza la verdadera realidad del sistema: su incapacidad para devolvernos lo mínimo que nos asegure esperanzas de supervivencia real como seres humanos.
Se han juntado dos condiciones propias de la víspera de los grandes saltos sociales que harán saltar en mil pedazos la actual organización social:
Una, la necesidad de alcanzar condiciones de vida digna, totalmente perdidas en este sistema, por una institucionalidad que prefiere satisfacer a una minoría socia del capital trasnacional que saquea la riqueza nacional e impone un sistema decadente y sin futuro.
Para sostenerse en el poder invierte parte del saqueo en la corrupción de sus propias instituciones, envileciendo sectores de las capas medias y populares que convierte en paradigmas de una juventud que cree encontrar el futuro en la ligazón al nuevo estado en cuanto instrumento “legal” de supervivencia y acumulación de riqueza a cómo dé lugar.
El Congreso de la República no logra ser el canal del debate o el escenario de la conciliación; por el contrario, es Asamblea de sordos que fabrica mayorías negociando decisiones que no solucionan las necesidades del pueblo que los eligió; ni siquiera la de su propio electorado.
La destrucción del ambiente sano llevando la contaminación del aire en las grandes ciudades; provocando el desastre de los vertimientos industriales y deshechos de los mares, rios, y humedales; la tala del bosque natural de reserva para cultivar coca que empobrece al campesino y etnias ancestrales; el asalto a los páramos, entre otras conductas depredadoras, obligan a la organización por la base para detenerlos en su desenfrenada carrera de ambición personal que sacrifica la vida del planeta.
Hay obstáculos por vencer: uno, nuestra propia organización, la política; tenemos un buen equipo de parlamentarios pero todavía limitados en la representatividad regional; somos débiles en el Caribe donde sale a votar más base que partido a la hora del debate presidencial, con presencia significativa en las capitales de departamento y en los municipios más poblados economías urbanas de rebusque.
Otro, el afán de ganar el centro con la presencia de nuevos sectores oscilantes entre los grandes cambios estructurales que reclaman las mayorías y los que enderezarían el sistema haciendo concesiones pero sin ofrecer un nuevo rumbo a la política neoliberal fundada en la entrega de lo público a los grandes inversionistas, sin políticas sociales de fondo que nos saquen del hueco.
Y el más decisivo, el miedo a perder lo poco que sostiene a la indecisa clase media, que no se define y prefiere seguir aceptando el menudo que cae de los baúles del gran saqueo de los poderosos, a quien sirve por momentos, por el temor de descender en la escala social, en lugar de apersonarse de su propio futuro al lado de las grandes masas que no tienen otra salida a la lucha final.
Es hora de apersonarnos de la organización electoral; no podemos dejar que siga en manos de los hackers del sistema, que roban elecciones valiéndose del control del debate con metodologías fraudulentas.
Es el momento de elaborar un Programa de gobierno de transición claro para nuestro pueblo. Nada de medias tintas con las lacras que nos arruina.
Fortalecer una nueva idea del Estado que esté dispuesto a darle la mano a su pueblo con recursos directos e indirectos más allá de los subsidios demagógicos que representen un alivio real y una esperanza de vida digna.
El cambio, como el olor al agua lluvia antes de mandarse el aguacero, empieza a olerse en el ambiente .
Preparémonos con convicción y sin vacilaciones.
Se nos viene el invierno primero pero con la seguridad de llevar también por dentro la flor de la primavera.